Vértebra Cultural “la columna”

¿Qué hay de la cultura en los centros de detención?

Revista Estupenda

En Guatemala, la Ley del Régimen Penitenciario reconoce pocas soluciones ante la falta de derechos culturales para personas privadas de su libertad. Aunque la corrupción y el hacinamiento siguen afectando al sistema penitenciario, la falta de recreación y rehabilitación también es un problema que no se contempla con regularidad. Muchos estudios plantean que la educación y la cultura son herramientas poderosas para la reinserción y el desarrollo en centros de detención. La coherencia entre políticas culturales y educativas es esencial en contextos sin suficiente atención pública, además de ofrecer una vía para la expresión en cárceles.

ANTIBIOGRAFÍA

Revista Estupenda es una revista cultural guatemalteca fundada por Jesse Reneau y Glenda Sincal, que promueve los derechos culturales, busca compartir la trayectoria de diversos artistas, así como eventos y actividades. Además, busca ser un medio que visibiliza las problemáticas que atraviesa el arte en nuestra región, así como educar y crear un espacio de diálogo cultural.


¿Qué hay de la cultura en los centros de detención?

En la Ley del Régimen Penitenciario en Guatemala hay un solo rubro que contempla la cultura para las personas privadas de libertad. Se trata del derecho a tener una biblioteca dentro del centro de detención, la cual debe contar con material educativo para fomentar el desarrollo integral de las personas. Legislativamente no hay ningún otro apartado que resalte el derecho recreativo en las cárceles, además del derecho a la readaptación social a través de actividades que fomenten el desarrollo.

 

Si bien la corrupción continúa siendo un contaminante para el sistema penitenciario en el país, factores como el hacinamiento o la falta de control también contribuyen a la poca oportunidad de recreación y de rehabilitación que tienen los reclusos. Además, es común que las personas privadas de libertad sean estigmatizadas y consideradas irremediablemente incapaces de volver a funcionar en sociedad.

 

Una herramienta poderosa para impulsar la reinserción de estas personas es la cultura de la mano de la educación; una combinación que puede ser posible a través de cambios en la sociedad y en los centros de detención, para que cada persona tenga la posibilidad de desarrollarse junto a diversos proyectos artísticos que sirvan como canal de expresión.

Zaylín Brito, psicóloga e investigadora, plantea en un ensayo que la educación aboga por las vivencias y aprendizajes cotidianos de cada persona participante desde los compromisos que asume en la sociedad. Esta idea de la educación legitima nuestras diferencias y transformaciones, así como  el papel que tomamos para reinventar nuestro contexto.

 

Una educación transformadora nos lleva también a prácticas que nos permitan expresar nuestra cultura. Brito también señala que la coherencia entre políticas culturales y políticas educacionales se vuelve indispensable en contextos sin atención pública.

 

Los derechos culturales, en sus diversas manifestaciones, tienen el poder de fortalecer y transformar la sensibilidad en espacios comunitarios. Dentro de los centros penitenciarios el acceso a la cultura puede ofrecer una vía para la expresión personal, la exploración de nuevas habilidades y la creación de un sentido de identidad positiva. 

 

A través de un comunicado, el Ministerio de Gobernación planteó que la Dirección General del Sistema Penitenciario (DGSP) indica que busca promover “varios programas, talleres, capacitaciones y ciclos educativos para lograr la rehabilitación y la reinserción social de los privados de libertad de los diferentes centros carcelarios del país”. En el Centro de Orientación Femenina (COF), ubicado en Fraijanes, por ejemplo, las mujeres privadas de libertad pueden formar parte de procesos de formación en donde reciben cursos de corte y confección, donde aprehenden a coser, trazar patrones, tomar medidas, cortes en tela y puntadas a mano. 

 

La relación entre artes y bienestar ha sido reconocida en numerosos estudios, incluyendo aquellos realizados en ámbitos de la salud, la terapia o de la educación. Andrea Giraldez, académica experta en temas educativos, detalla que desde la música hasta las artes visuales, pasando por el cine o la fotografía, las artes han sido y son recursos de primer orden no sólo para la curación, sino sobre todo para la prevención y la promoción de la salud y del bienestar psicológico. 

Además de diversos talleres en centros de detención, la participación en actividades culturales fomenta el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, que son fundamentales para la reintegración a la sociedad. A través del arte, los individuos pueden aprender a expresar sus emociones y experiencias.

 

El arte ofrece oportunidades de aprendizaje que marcan diferencias significativas en las vidas de las personas privadas de libertad. La lectura de libros, la asistencia a talleres literarios o la adquisición de conocimientos en historia, filosofía o ciencias sociales pueden ampliar horizontes y fomentar la reflexión crítica. 

 

La cultura también tiene el poder de humanizar a quienes se encuentran en situaciones de encierro. A través del contacto con diversas formas de expresión artística, la sociedad puede verse reflejada en las historias y experiencias de las personas privadas de libertad, fomentando la empatía y la comprensión. Esto, a su vez, puede ayudar a romper el estigma y a construir puentes entre los internos y la comunidad, facilitando su reinserción social una vez que cumplan sus condenas.

 

En 2007 Colectivo Artesana trabajó en conjunto con el Instituto  de  Estudios  Comparados  en Ciencias Penales de Guatemala (ICCPG) para la campaña  mediática “por  la  dignidad  de  las mujeres  privadas  de  libertad”, lo cual les permitió conocer las circunstancias en las que viven las mujeres privadas de libertad como sector de la población guatemalteca altamente estereotipado marginado. Un año más tarde, Ana Luz Castillo y Andrea Barrios relatan que Colectivo Artesana realizó una actividad artística en el Centro de Detención Preventiva Santa Teresa de Ciudad de Guatemala, que permitió el acercamiento e involucramiento de las mujeres privadas de libertad con la poesía, el teatro, la música y la danza. 

 

“Esta actividad nos permitió reiterar la enorme necesidad que existe en esta población de contar con espacios que le permita visualizarse como seres humanas, dignas, con capacidades y potencial personal por desarrollar”, comentaron las talleristas en el artículo Arte y expresión con mujeres privadas de libertad.

 

Este colectivo plantea que el trabajo con el arte permitió a estas mujeres espacios de intimidad, en un medio  donde son privadas de este elemento indispensable en la vida de todo ser humano. El arte fluyó como una forma de expresión en medio de días monótonos. Esto es una prueba de la necesidad de compartir actividades artísticas en comunidades que parecen olvidadas por el Estado.

 

Es responsabilidad de la sociedad y las instituciones proporcionar acceso equitativo a actividades culturales dentro de los centros penitenciarios, así como  promover su valor en la rehabilitación y reinserción. Al hacerlo, estaremos construyendo un camino hacia una sociedad más justa y compasiva, en la que incluso aquellos que han sido privados de libertad tengan la oportunidad de reconstruir sus vidas y contribuir positivamente a la comunidad.

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