Margarita López Aguilar
La vida junta a las personas o junta sus caminos; ni Sofía, ni Gustavo ni yo nos conocíamos hace un año, ni siquiera vivíamos en la misma ciudad. Ahora que coincidimos en Carti, notamos similitudes también en los obstáculos que hemos encontrado en el camino del arte y la cultura, aunque hemos sido testigos y parte de permutaciones en la realidad personal y colectiva a causa de ese camino. En Guatemala, el arte puede ser la diferencia entre la vida o la muerte, por eso, consideramos que el arte debe dejar de ser un privilegio y ser accesible para toda la población.
ANTIBIOGRAFÍA
Me gusta el helado, el café y escribir. Me gusta jugar. Me gusta compartir cosas con la gente que amo. Me gustaría creer menos las mentiras que me han dicho. Me gustaría recuperar la ingenuidad de la niñez. Me mueve la convicción de que nadie debería encontrar los obstáculos que yo he superado, nadie debería tener que decidir si hace arte o si tiene algunos derechos cubiertos. Nadie debería desconocer su capacidad creadora ni su capacidad de conmoverse ante la expresión estética ajena. No entiendo este mundo. No entiendo a la humanidad. Tengo muchas preguntas; busco sus respuestas con el teatro, las artes, las ciencias sociales y en las personas.
Hacer arte donde está la gente
La primera vez que supe del artivismo fue por el 2011. Aunque en Guatemala y otros lugares se hace desde hace mucho y ha sido usado en repetidas ocasiones a través de la historia, ese fue el primer contacto que recuerdo con el término. Con Artistas Trabajando[1] estábamos armando lo que después llamaríamos transescénicos (mezclábamos teatro con manifestaciones como happening, flashmob, empapelados e instalaciones, pero lo hacíamos en las calles y los buses) para poner en discusión la problemática del transporte urbano, entonces alguien nos dijo “lo que ustedes están haciendo es artivismo”.
Para Gustavo, fue el darse cuenta que la música podía ser política, como un efecto colateral más allá de hablar de esto o aquello; “el hecho de reunir personas, hacer que piensen y hablen de cosas que normalmente no hablarían”.
“En los toques de la zona 1”, dice Sofía, “aunque no eran políticos explícitamente, era político el contacto con las bandas locales”. Sofía, nos lleva a diez o veinte años antes en el Centro Histórico (porque es necesario resaltar que Guatemala es un lugar en el que la brecha de acceso al arte es enorme, de modo en que son los centros urbanos y las principales ciudades las que tienen más posibilidades de una experiencia artística distinta a las manifestaciones artísticas y culturales de cada localidad). Allí vimos tocar a Gustavo, yo recuerdo que fui a un concierto de ska en el Parque Enrique Gómez Carrillo y Sofía recuerda los conciertos de diverso tipo de bandas en el Parque Central. Bromeamos un poco respecto a su fama musical y él muy certeramente dice “Nos vieron porque estábamos en la calle” y es ese un punto que para nosotrxs es importante del artivismo: hacer arte donde está la gente.
Gustavo recuerda la efervescencia de la organización de bandas y festivales en ese tiempo. Lógicamente, reparamos en las cosas que han cambiado en un 2021 pandémico: el acceso a internet y con él, la pérdida de la mayoría de espacios de introspección y abstracción… ¡De no tener nada qué hacer, pues! y no pasar de una cosa a la otra instantáneamente, al punto de sentir que la realidad se puede cambiar con tan solo un clic; la falta de relevo e interacción generacional, el desgaste y la pérdida de las ganas o el enfoque que se tenía en esa etapa de la vida.
Coincidimos en que el gobierno de Otto Pérez Molina estableció un antes y un después en la dinámica cultural y artística urbana. Un bombardeo de anécdotas e imágenes en la memoria preceden a que Gustavo suelte que “a lo mejor vivimos una buena época de algo” para que Sofía diga el inevitable “éramos felices y no lo sabíamos”.
La vida junta a las personas o junta sus caminos; ni Sofía, ni Gustavo ni yo nos conocíamos hace un año, ni siquiera vivíamos en la misma ciudad. Ahora que coincidimos en la Central de Artivismo e Innovación –Carti-[2], notamos coincidencias en los obstáculos que hemos encontrado en el camino del arte y la cultura, aunque hemos sido testigos y parte de permutaciones en la realidad personal y colectiva a causa de ese camino. En Guatemala, el arte puede ser la diferencia entre la vida o la muerte, por eso, consideramos que debe dejar de ser un privilegio y ser accesible para toda la población.
El artivismo es bastante cotidiano, el hecho de estar al alcance de mayorías lo hace una herramienta que incide siempre. Según Aladro-Vico (2018), el artivismo (arte y activismo unidos) surge espontáneamente en el albor del siglo XXI como un lenguaje global. Es heredero del arte urbano, del situacionismo y del arte grafitti, provenientes del siglo XX (Ardenne, 2008; Andreotti & Costa, 1996; Abarca, 2017; Szmulewicz, 2012; citado en Aladro-Vico, 2018).
El artivismo, aunque puede ser interpretado por artistas, devuelve al pueblo la función expresiva del arte. Una característica es estar situado en un contexto y responder a su realidad, con sus problemáticas y necesidades. Qué hay más situado que la ciudadanía, viviendo cotidianamente los embates de la actualidad desigual y precaria en un país como Guatemala, en una región como Latinoamérica.
En nuestro caso, la herramienta es el artivismo por la potencia que da la hibridación. Ni el arte, ni el activismo, ni la comunicación alcanzan por sí mismos para ejercer los cambios que necesita la sociedad actual, pero juntos pueden ser imparables. El artivismo sitúa a la población en un lugar activo y de protagonista, desechando la idea del artista como ser idealizado y único, sumando al activismo la potencialidad de la participación ciudadana y usando la cara más social y política de la comunicación.
En un país desigual, en el que la vida es más vulnerable, en el que la delincuencia, corrupción e impunidad son cotidianas, en el que parecieran no existir consecuencias para la falta de ética, en el que cada vez nos inmoviliza más la indefensión aprendida… el artivismo es una forma de vernos a los ojos.
En un espacio urbano que está más pensado para automotores y consumo, sin espacios abiertos para el acceso a las culturas, sin áreas verdes, con poquísimos y excluyentes espacios para el arte… el artivismo es un camino que nos parece evidente.
En un contexto hostil para el sector cultural y artístico, con pocos espacios de formación, con políticas insuficientes y deficientes, con las personas que trabajan en arte y cultura en condiciones cada vez menos dignas… el artivismo es urgente.