Adriana Palencia
El antropocentrismo es un sistema latente que condiciona nuestra forma de ver y relacionarnos con el mundo natural, deja rastro en cómo se proponen leyes, en cómo se transforma la cultura medio ambiental y cómo diseñamos. Hacer diseño va más allá del mercado, el consumo y la industria; desde allí, cabe la posibilidad de proponer formas de ser y hacer. Parece que las propuestas de desarrollo sostenible globales, las leyes de cada país y el diseño no tienen relación; pero, estos sistemas también son diseñados y se hilan desde las mismas narrativas. Estos son tiempos de hacerle eco a propuestas contrahegemónicas, que con mirada crítica, proponen y resisten.
ANTIBIOGRAFÍA
Cuando era niña intente salvar una avispa que se estaba ahogando, por intentar, me pico; ella murió y yo pase 3 días con el dedo hinchado y sin poder cerrarlo. He perdido la cuenta de cuántas veces he llorado por lastimar a un ser no-humano, incluso cuando no es mi intención; también he perdido la cuenta de cuántas veces he sonreído por ver una planta, hongo o animal. Mi sueño de niña era estudiar biología marina, en cambio estudié diseño, por eso mi inspiración cuando diseño suele ser la naturaleza y cuando no es mi inspiración es porque estoy co-creando con ella. Diseño y disueño para asombrarme de la vida, para compartir con amigas, para enamorarme de nuevo, para reconocer(me) o para desaprender y para (re)conectar con la naturaleza.
Diseño, la cultura del desarrollo sostenible y el medio ambiente en Guatemala
Hace más de tres décadas que se estableció la ley de protección del medio ambiente, en primera instancia reconoce los recursos naturales como propiedad del ser humano. Es esa visión de propiedad que demuestra el antropocentrismo del antes y el ahora, en nuestros contextos sociales y culturales, de cómo nos relacionamos con la naturaleza y otros seres no humanos. Esta ley cita:
“La protección y mejoramiento del medio ambiente y los recursos naturales y culturales es fundamental para el logro de un desarrollo social y económico del país, de manera sostenida”. (Ley N° 68-86, 1986)
Esta, es un antecedente que demuestra una de las premisas culturales del desarrollo sostenible; mantener un sistema que permite extraer recursos naturales para la satisfacción de necesidades humanas en el presente, sin poner en riesgo los recursos que según la misma sostenibilidad, son para los humanos del futuro. También, la narrativa de la sostenibilidad junto a la postura que mantiene la ley, ponen en evidencia cómo y por qué se sigue percibiendo al medio ambiente y la naturaleza únicamente como un recurso extractivo que se encuentra en disputa constante entre sectores públicos, privados y sociedad civil.
Los mundos naturales son más que un recurso y se pueden reconocer como entidades vivas que coexisten y se interrelacionan, que a diferencia de “políticas medioambientales” y “desarrollos sostenibles” carecen de interés por sistemas capitalistas, económicos y/o extractivistas; las cuales mantienen el sistema-mundo como un núcleo de interdependencias con distintas semióticas, temporalidades y formas de sentipensar.
Como Santiago Castro menciona acerca del mundo en desarrollo “donde el conocimiento de la naturaleza queda desligado de la vida y se convierte en un aliado del capitalismo y una herramienta para manipular el mundo” (Castro, 2022). Es esa desespiritualización que trajo consigo el mundo moderno y que hizo que los mundos naturales ya no fueran vistos como organismos vivos; sino, como instrumentos para el capital y la ciencia moderna. Es por ello que siempre existe la incertidumbre si, realmente las leyes son hechas para la protección al medio ambiente e incluso para el bienestar de las personas, es allí donde parte mi forma de hacer diseño.
Cuando hablamos de diseño en Guatemala los primeros comentarios o preguntas que suelen realizarte son: “Entonces has de dibujar bonito”, “¿Eso quiere decir que me podrías realizar un logo?” o en última instancia “¿Haces lo mismo que un ingeniero industrial?” En mi caso, aunque la segunda es parcialmente acertada, la mayoría de las respuestas son un no. No puedo darle voz a otras (personas) diseñadoras y únicamente lo voy a abordar desde la epistemología y mi perspectiva, pero el diseño aborda sistemas complejos que no pueden llegar a esencialismos netamente productivos y de consumo.
Estos sistemas que atraviesan formas de existir, tal como lo menciona Arturo Escobar “el diseño es ontológico porque cada objeto, herramienta, servicio o, incluso, narrativa en los que está involucrado, crea formas particulares de ser, saber y hacer” (Escobar, 2016), es por esta ontología que maneja el diseño lo que hace tan difícil la verdadera definición de qué es diseño, de quién diseña y cómo se diseña, pero es desde allí donde deseo que el imaginario colectivo tenga una definición, en donde se posicione como una actividad para la creación de conocimientos, disrupciones y sueños. Diseñar es una intervención en lo tangible e intangible; y cada (persona) diseñadora que ejerce el proceso de diseñar, está creando otras formas de ser y a su vez, creándose a sí misma.
El reduccionismo de lo que hacemos como diseñadoras en Guatemala puede venir de la academia y su epistemología eurocentrista y colonialista o que la mayor parte de entidades públicas o privadas ven el diseño únicamente como herramienta de comercio; también puede venir del aspiracionismo norteamericano que nos bombardea constantemente al estar tan cerca del “sueño americano”, salir en revistas o desfiles; o puede venir de las narrativas hacía la política de izquierda y derecha, las cuales nos han hecho alejarnos de posiciones como creadoras que tienen injerencia en cambios estructurales locales. Al fin de cuentas todo está diseñado y como dice mi amigo Alejandro “a alguien interesa que no nos involucremos y propongamos”.
Por eso es tan necesario hacerle eco a posturas que no siguen las corrientes hegemónicas del diseño, las que no van con las tendencias y que no son aliadas del sistema-mundo patriarcal, colonialista, capitalista y especista. Tal como sostiene Ezio Manzini, “es necesario hacer las cosas de una manera (radicalmente) diferente de lo que lo haría el promedio para lograr, verdaderamente, producir cambios. Es decir, para generar discontinuidades locales, algo que quiebre la rutina proponiendo formas de comportamiento radicalmente nuevas” (Manzini, 2015). No basta con echarle azúcar a lo descompuesto para que vuelva a ser comestible, al igual que no basta con colocarle sostenibilidad o eco amigable a la forma de diseñar comercialmente para que este deje de instrumentalizar y explotar al medio ambiente.
El desarrollo sostenible no es la panacea de todos los males, al menos no de los males latinoamericanos, la política o el diseño no deberían regirse por esa única propuesta para proteger, respetar y atender las necesidades de conservación del medio ambiente. Quizá y hablando desde lo local, lo individual o lo pequeño, la radicalidad está en intentar ejercer una horizontalidad con los seres no-humanos, en aprender de la otredad que no percibe el mundo de la misma forma, solo así, quizá el diseño y las leyes dejen de tener el mismo tufo desarrollista que ve la naturaleza como un recurso y nada más.
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Referencias:
Ley N° 68-86 (1986), LEY DE PROTECCIÓN Y MEJORAMIENTO DEL MEDIO AMBIENTE, Tít. I. 5 de diciembre de 1986 (Guatemala)
Santiago Castro. (2022). Dualismo Ontológico y Autonomismo. https://www.youtube.com/watch?v=jowbSnnFoKg&t=16s (26/07/2022).
Escobar, A. (2016). Autonomía y Diseño. La realización de lo comunal. Popayán, Colombia: Universidad del Cauca.
Manzini, E. (2015). When everybody designs: An introduction to design for social innovation