Vértebra Cultural “la columna”

Invocando la autonomía de nuestros los trajes originarios

Ixkik Zapil Ajxup

Los derechos culturales son parte de los derechos políticos. Es ahí donde las mujeres mayas reclamamos nuestra historia, colectividad, posicionamiento, rebeldía y autonomía, a través de la defensa de nuestros trajes originarios como una de las herencias vivas que aún nos queda. Romper con la colonización y la recolonización en nuestros trajes es uno de los mayores retos, especialmente en territorios como la ciudad que nos dirigen a desarraigarnos de todo enlace con la sabiduría ancestral. Por eso, crear comunidades de mujeres mayas en la ciudad es un paso importante para fortalecer nuestros derechos culturales.

ANTIBIOGRAFÍA

Soy Ixkik Zapil Ajxup, orgullosa de ser mujer maya k'iche', nacida en la Ciudad de Guatemala con orígenes k'iche’ de Totonicapán y Quetzaltenango. Desde siempre he apreciado lo maravilloso de la diversidad en la vida y por eso me gusta la investigación para fomentar la conciencia crítica, el respeto y la dignidad. Además, me gusta el arte porque considero que es un complemento integral en la vida por eso me dedico también a pintar, bordar, cocinar, oír música, apreciar el cine, los museos y muchas otras cosas más. En mi lado de responsabilidad colectiva siempre he estado motivada a participar en política partidaria, lo cual es uno de los mayores retos. No sé manejar bicicleta porque nunca tuve una. Y detesto las mentiras. Reconozco que la resistencia y las alternativas urbanas y rurales son mi horizonte.


Invocando la autonomía de nuestros los trajes originarios

Los derechos culturales no son un adorno social como nos quieren hacer creer, sino que son parte de los derechos políticos con los cuales se tiene el poder; ese que se comparte, se construye colectivamente, es rebelde, se posiciona y transforma desde y para su autonomía. La cultura es una lucha política que debe ser nombrada y defendida, así como sus ramificaciones que se van articulando para consolidarlo, siendo importante resaltar que cada grupo, sociedad o pueblo tiene sus propias recetas para cimentarlo y que merecen el respeto de su autodeterminación.

 

Bajo esa luz, esos derechos culturales son los principales que se repelen en la ciudad, principalmente si somos mujeres, jóvenes, mayas y buscamos reivindicar una de nuestras ramificaciones que son nuestros trajes originarios. 

 

Colonización del traje

La narrativa opresiva de que nuestros trajes mayas son impuestos por los europeos -y más burdamente por seres que ni son de la tierra- es un cuento colonizador para desligarnos de nuestras raíces ancestrales, nuestro potencial en las ciencias originarias y la profundidad de la sabiduría que los creó, principalmente de las mujeres. Pero ¿de dónde nace este imaginario? En pocas palabras, surge del constante temor de que “los indios bajarán de las montañas”, no solo como una frase prejuiciosa sino con todo lo que significa que los pueblos tomen el poder y por lo tanto, cortar toda raíz y ramificación reivindicativa se vuelve un objetivo para su eliminación.

 

Hemos probado por siglos, tanto de forma teórica como práctica, que el tejido de cintura, con la cual se hacen la mayor parte de los trajes principalmente por mujeres, es propio de las poblaciones mayas y pueden encontrarse en una serie de referencias antiguas con continuidades modernas(1). Por el contrario, el colmo es que en ningún lado existen referencias de que las europeas utilizaran la técnica de tejido de cintura y por lo mismo, que lo hayan enseñado a las poblaciones originarias del Abya Yala. Todo es un pretexto de anulación para desestimarnos y/o apropiarse de nuestros conocimientos para que perdamos todo poder cultural.

 

Recolonizando lo que nos queda

En la época actual,  situándonos en la ciudad, las mujeres y también los hombres mayas nos enfrentamos a una serie de anulaciones para deshacernos de nuestra identidad,  en este caso iniciando con nuestros trajes originarios. La ciudad nunca ha parecido significar un territorio indígena, aunque existan ciudades mayas bajo edificios y condominios residenciales que demuestran todo lo contrario, como por ejemplo Kaminal Juyu’ en la zona 7 de Ciudad de Guatemala. Por lo menos, eso es lo que nos quieren hacer creer; al no pertenecernos el territorio urbano bajo ninguna línea histórica, no podamos reclamar nuestros derechos político-culturales y menos en una época moderna. Se nos condena entonces a ladinizarnos y no hay política ni nacional y mucho menos municipal que lo problematice. Por el contrario, hacen que aumente la problemática sin freno alguno. 

Es una lucha constante  portar nuestros trajes originarios, especialmente para las mujeres que nos mantenemos con mayor resistencia en la ciudad. Cargamos con todo el peso del racismo histórico del país y de la ciudad, que representa en pequeña escala esa construcción del Estado-Nación segregacionista, homogeneizador y reproductor de dinámicas de servilismo.

 

Las prácticas y las narrativas racistas contra nuestros trajes abarcan muchos espacios y espectros en la ciudad:

 

–   Empezando por “los desconozco y no tengo interés en conocerlos”, por ejemplo. Son acciones que parecieran básicas como el hecho  de aprender, pero ni siquiera a eso se llega. Se ignora cómo los nombramos, y no en nuestros idiomas originarios, sino en español. Y si lo mínimo se desconoce, es mucho pedir una distinción regional de nuestros trajes, pues se piensa que todos los pueblos utilizamos el mismo traje con variaciones superficiales.

–   El cuestionamiento irritable de preguntarnos a las mujeres: cómo aguantamos el frío o el calor, si es cómodo, si es tieso, si pesan en nuestros cuerpos, si nos aprietan, si no se nos cae, si no se nos ve la “figura”. Como si fuera la primera vez que lo utilizáramos sin tradición alguna y adaptación corporal basado en lo cultural-ambiental.

–   La necedad de desmotivarnos e incentivar a eliminar nuestros trajes por usar algo “más práctico” en nuestra vida. Es una dinámica opresora que dirigida principalmente hacia las mujeres mayas trabajadoras del hogar, cuando se les obliga a usar uniformes que se venden en el área de limpieza de los supermercados, hechos con telas de mala calidad y transparentes, que agreden sus cuerpos e identidad.

–   El discurso académico de superioridad como el del Museo Ixchel del Traje Indígena, cuando exhibe trajes antiguos indicando que son parte de una colección de propiedad privada de personas con apellidos ostentosos y con cero reconocimientos a la propiedad colectiva maya.

–   La modernización de los trajes basados en la industrialización donde los textiles sintéticos, derivados de petróleo, significan una opresión hacia nuestros cuerpos, ya que son materiales inertes que limitan procesos naturales como transpirar y que son complejos de reciclar.  Una inmersión para entrar a la competencia liberal con estándares de moda occidental como el fast-fashion, donde además despedazan los trajes resignificándolos desde sus propios criterios, eliminando toda huella de concepción colectiva y original.

–   El que nos vean despectivamente en restaurantes, centros comerciales, universidades, calles, colegios, bancos, mercados, espacios laborales, parques; pero que a la vez sirvamos de cuota en las fotografías turísticas, de campañas políticas sin dirigencias mayas y para la caridad como la cara eternamente pobre.

–   El inferiorizarnos por el solo hecho de usar nuestro traje y tengamos que saber todos los argumentos para defendernos todo el tiempo, no para que se nos reconozca como sujetas políticas, sino para que se nos identifique como las diferentes.

 

Ante esta recolonización también es importante hacer un llamado a las mujeres no indígenas que, reconociendo sus raíces mestizas, hacen uso de los trajes como el güipil, pero no así del corte cuando es su complementario. Si nuestras abuelas y madres nos enseñaron a luchar por nuestros trajes y su significado integral; la invitación es a sumarnos respetando las resistencias históricas.

 

Descolonizar la estética

Nuestras formas estéticas en los trajes originarios corresponden a una lucha cultural y política. El pensamiento maya no solo se escribió en los glifos sino también se implementó en la vida cotidiana reflejada en las ciudades, vasijas, estelas, utensilios, instrumentos y por ende en los trajes mayas.

 

Los trajes originarios que portamos hasta el día de hoy las mujeres, están inmersos dentro de una concepción cosmogónica basadas en formas propias de relacionarnos con toda una red de vida. Los colores, las formas, las texturas, los instrumentos, los días en que se tejen y toda una serie de cuidados para hacer los trajes son una ciencia con ciclos y significados dedicados al cosmos(2). Dependiendo de los cargos y de los pueblos, así se fueron implementando los símbolos en todas las vestimentas, a modo de respetar la energía y el servicio de cada una en la comunidad. Por eso existen trajes ceremoniales complejos y otros cotidianos  más simples. Urgen reivindicarse, para que no se nos someta a  dejar de utilizar nuestra vestimenta por un alto valor monetario.

 

La fuerza de portar los trajes está en el corazón, pues lo que llevamos puesto es historia, memoria, política, conciencia y amor heredado de nuestras ancestras y ancestros que pensaron en nosotras. Recuperar nuestros derechos culturales plenos, libres de racismo y violencia, es una lucha constante. En la ciudad se requiere fortalecerse, a través de la construcción de comunidades de mujeres mayas, para potenciar nuestra dignidad y que no nos sea arrancada una vez más en la historia.

En definitiva, lo que no saben es que no es necesario bajar de la montaña para tomar el poder, pues como mujeres mayas con agencia político-cultural, estamos en todos lados ejerciéndolo desde nuestras propias formas y sobre todo, portando con orgullo nuestra segunda piel que son los trajes originarios.

 

 

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1 Para seguir el hilo de referencias de continuidad:  

– Referencias antiguas: una figura encontrada en Jaina, Campeche. (700-900 aprox), la iconografía maya en el Códice Tro-Cortesiano (1301 – 1400 aprox).

– Referencias coloniales: iconografía de mujeres mexicas en el Códice Mendoza (1541 aprox) y el Códice Florentino (1540 y 1585 aprox).

– Referencias actuales: en cualquier comunidad, principalmente en el occidente del país.

2 Entre los colores y significados están principalmente el rojo que representa la salida del sol, el conocimiento y la energía positiva; el negro que es la puesta del sol, la noche, la oscuridad y los retos para vencerlos; el amarillo para la madurez alcanzada en el desenvolvimiento de la vida; el blanco como la transparencia y la memoria; y el verde como la integración de la naturaleza vibrante.

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