Victoria Palala
Nos mantienen alejados y alejadas de los temas de interés público, tristes, con decepción y apatía, para que no nos interesemos y sea más fácil permanecer en el poder, y tener acceso a los recursos públicos, mantener con resignación a la población de que nada cambiará. El desinterés por la vida pública se ha convertido en un rasgo cultural, instalado por un Estado ausente de la vida de su población. Tenemos la oportunidad de romper ese círculo que no nos deja avanzar.
ANTIBIOGRAFÍA
Soy Victoria, sobreviviente de un Estado que se olvida de su población, tener acceso a educación superior ha sido un privilegio gracias a la única universidad pública del país, en donde mi conciencia social y el rechazo por las injusticias se acrecentaron. Disfruto de apreciar la naturaleza, soy amante del inmenso y misterioso mar. Todos mis sentimientos los acompaño siempre de una taza de café. En nuestra diversidad cultural está la riqueza motor de desarrollo para nuestro país.
La cultura del voto
Vincular el voto con la cultura puede generar resistencia, mucho más en una coyuntura electoral tan compleja como la que estamos viviendo. Somos seres políticos por naturaleza, buscamos ejercer el poder en los espacios que ocupamos, desde la familia hasta el trabajo; sin embargo, al hablar de política partidista y la función pública rechazamos la idea de involucrarnos.
Mantenernos alejados de la participación es consecuencia de la inexistencia histórica de partidos políticos y que, durante muchas etapas oscuras en nuestra historia política, las instituciones estatales han estado al servicio de las élites económicas del país y de intereses particulares de quienes ejercen el poder.
En los últimos tres procesos de decisiones democráticas, el abstencionismo ha superado el 35% del total de empadronados, el resto en su gran mayoría asiste a las urnas ejerciendo un voto emocional, más que racional. Basta con hacer un sondeo rápido en nuestro círculo afectivo para evidenciar que prácticamente pocos se informan y leen las propuestas de candidaturas; claro, tampoco es que todas tengan propuestas.
El sistema educativo ha dejado de lado la formación de ciudadanos con conocimiento de sus derechos, el ejercicio pleno de la ciudadanía y el interés por elegir y ser electo. De tal cuenta, hay una cultura apolítica(1), la mayoría de guatemaltecos considera que ¡da igual quien quede!, que lo público no le compete, y peor aún, que su voto no cuenta, y así se ha sostenido durante estos 38 años de procesos electorales democráticos. La desconfianza en el sector público se ha convertido en un rasgo cultural de la ciudadanía, inculcado por las élites que han mantenido el poder durante siglos mediante el sistema educativo, los medios de comunicación tradicionales y otros instrumentos.
Poner en práctica la cultura política de informarse, de comprender mejor la dinámica electoral y participar en espacios públicos será posible cuando se empiece a formar ciudadanos, que va más allá de asistir cada cuatro años a las urnas, se trata de ejercer una ciudadanía activa que se informe, fiscalice y exija constantemente.
En tanto, nuestras instituciones públicas sigan cooptadas, seguiremos siendo una sociedad apática hacia lo público y culturalmente apolíticos; el detalle es que, para recuperarlas debemos de involucrarnos y es ese círculo el que no logramos romper.
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1 Que no tiene o manifiesta un interés por la política.